Marta Vázquez, el milagro de la adopción

No podía estrenar nueva etapa con otra historia bonita que no fuera la de Marta Vázquez de Lluvia al pasear.

Marta es un ejemplo de las cosas buenas que me han pasado desde que empecé a escribir este blog: conocerla ha significado para mí un volver a tocar el suelo, un repensar hacia donde quiero ir y un volver a ser fiel a mis orígenes. Marta, la amiga especial, la madre amorosa, la fotógrafa con más talento del que ella se creerá jamás, la bloguera sensible y delicada que acerca la realidad de la adopción desde su blog Lluvia al pasear. Pero, sobre todo, una persona con unos valores y un sentimiento que te llegan al corazón.

Marta aceptó mi propuesta, nada fácil, de escribir su historia de su puño y letra. Lo que empezó con una colaboración de otra gijonesa de pies a cabeza, Ana Meana (podéis leer su historia aquí), me gustaría que se consolidara en esta segunda etapa del Blogs & Roses. Porque nadie mejor que uno mismo para explicar la propia experiencia y, en este caso, nadie mejor que Marta para hablarnos en primera persona del milagro que supone para algunas parejas la adopción. Os dejo con su historia bonita y espero que os emocione tanto como me ha emocionado a mí.

 

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Cuando Rosa me preguntó si me apetecía contar mi #historiabonita en su blog, me dio corte, mucho. En primer lugar porque soy algo vergonzosa, y en segundo porque no considero que mi historia sea especial, sino una más de tantas familias que eligieron la adopción como su opción de maternidad/paternidad.

Pero a Rosa no podía decirle que no, así que aquí estoy, agradecida por su generosidad hacia mí y el cariño que siempre me ha demostrado.

Llegado a este punto, creo que es el momento adecuado para presentarme. Me llamo Marta, soy una asturiana enamorada de mi tierra, aficionada a la cocina, lectora voraz y apasionada de la fotografía.

Mi día a día no se diferencia del de cualquier madre trabajadora que intenta hacer encaje de bolillos para llegar a lo máximo posible y estar presente en la vida de su hijo. No tengo una vida apasionante, ni vivo en una casa de revista, ni realizo magníficos viajes. Llevo una vida sencilla. Quizás entonces, te estés preguntado por qué estoy aquí. Déjame pues contarte mi historia.

 

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Siempre he tenido el deseo de ser madre, no recuerdo en qué momento de mi vida llegó porque siempre ha estado ahí. En mi futuro imaginario siempre existía una familia. Pero los sueños no tienen por qué cumplirse como uno imagina que debe ser.

Y así me sucedió a mí.

Una serie de circunstancias nos llevaron a mi marido y a mí a un punto crucial en el que tuvimos que decidir nuestra opción de familia, nuestra decisión fue la adopción.

Desde aquel momento comenzó un camino lleno de mucha ilusión, de un proyecto de familia buscado y sobretodo muy deseado. Pero también duro. Mucho. Llegado a este punto,  quiero hacer hincapié en que cada proceso es distinto y cada protagonista lo vive de forma distinta. A nosotros nos tocó lidiar con varias circunstancias que no hicieron precisamente nuestro camino agradable, tuvimos que lidiar con varios cambios burocráticos y la incertidumbre de saber cómo afectarían a nuestro expediente.

 

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Lo que iba para uno o dos años, acabo convirtiéndose en cuatro largos años de espera. Y mi vida cambió. O más bien cambié yo. La adopción fue una especie de catarsis donde aparecieron miedos y sentimientos que ni siquiera sabía que existían. Pero allí estaban, delante de mí, tenía dos opciones, afrontarlos y disfrutar de mi espera o dejarme llevar por el pánico. Mi opción fue la primera.

Pero no fue fácil. Al principio de la espera es habitual dejar tu vida en stand by, toda tu existencia depende de una llamada de teléfono. No te vas de vacaciones porque ¿y si justo me van a llamar? Dejas de hacer planes a medio y largo plazo. El teléfono se convierte en un apéndice más de tu anatomía, te pasas el día mirando su pantalla. Todo condicionado a una maternidad que no sabes cuándo va a llegar, y que en ocasiones resulta invisible para aquellos que te rodean. Tú barriga no crece, no te delata. El que crece es tú corazón. Enormemente.

 

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Te sientes madre. Durante toda mi espera no ha habido día en el que no me levantase o me acostase pensando en mi hijo. Si habría nacido ya. Si alguien le arroparía en las noches de frío. Si algunos brazos amorosos lo consolarían. Si recibiría amor.

Vivir una maternidad en la distancia, sin ecografías ni exámenes médicos que te confirmen ya no solo el bienestar de tu hijo, sino también su existencia, es duro. Supone un acto de fe, de amor incondicional  y de no perder la esperanza.

Aunque por contrapartida también debes ponerte en el otro lado del camino, ¿y si mi destino es el de no ser madre? Esa pregunta me corroía, pero tuve que aprender a aceptar que era una posibilidad. Solo cuando así lo hice, empecé a afrontar sin agobios mi espera.

 

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Y entonces, un día normal, en el que estás saliendo por la puerta de la consulta del dentista, estrenando tu nueva ortodoncia, la cual te impide casi vocalizar, el teléfono suena. Un número larguísimo en la pantalla. Tú corazón da un vuelco. Ha llegado el momento. Tu hijo, el que llevabas años soñando, deseando, imaginando, aterriza como un huracán en tu vida.

Se supone que ahora debería decir que esta es mi historia, y poner un final aquí mismo. Pero por más vueltas que le doy, no sé cómo hacerlo. Porque en realidad no supuso un final, sino un comienzo. El de una nueva etapa, la de aprender a ser madre.

 

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Y en ese punto me encuentro ahora. Aprendiendo de y con mi hijo. Lidiando con los dramas diarios, celebrando cada logro obtenido, disfrutando de los momentos de felicidad. Y de vez en cuando, escribiendo en mi blog www.lluviaalpasear.com.

 P.D.: A ti Rosa, gracias por creer en mí y en mi #historiabonita. Aunque siempre me supone un reto enfrentarme a una hoja en blanco, me has hecho revivir momentos muy especiales. En este mundo virtual donde a veces lo que nos muestran dista mucha de la realidad, me has recordado por qué un día decidí abrir el blog. Para contar mi historia, mi verdad. Para servir de acompañamiento a aquellas familias que estén viviendo ahora mismo este proceso y necesiten una mano que les arrope. Para intercambiar inquietudes con mis familias queridas, que son poquitas, pero a las que aprecio y quiero un montón. Gracias compañera. Deseando darte un abrazo en persona muy pronto.

Marta

 

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Las gracias te las doy a ti, amiga, por ser tan generosa, por compartir tu historia que seguro sirve para ver la adopción desde otro punto de vista. Te confieso que al leerte me emocioné. Es fácil imaginarse en la piel del otro, pero lo que es realmente heroico es vivirlo como tu marido y tu decidisteis hacerlo. Sois unos valientes y habéis sabido transformar los malos momentos en algo precioso que A. va a recordar siempre. ¡Os deseo lo mejor a los tres!

 

PD: Las fotografías que ilustran esta historia bonita son obra de Marta. Algunas de ellas, inéditas hasta la fecha.

 

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2 Comments
  • Aisha
    Posted at 19:50h, 25 octubre

    Una historia preciosa… Cuando quieres ser madre y la cosa se complica, puede llegar a ser un proceso muy duro.
    Un beso!

    • blogsandroses
      Posted at 21:30h, 25 octubre

      Pues sí, es verdad, Aisha. A veces, nos ahogamos en nuestros propios problemas y nos olvidamos de que hay más realidades y mucha gente valiente. Un abrazo, amiga!